viernes, 24 de agosto de 2012

"CORTO MALTÉS: LA JUVENTUD" de Hugo Pratt

Autores: HUGO PRATT
Título Original: La Giovenezza
Primera Publicación: 1981
Edición: 2011
Formato: Cartoné
Tamaño: 22 ’5 x 29 ’7
Páginas: 88
Color: Color
ISBN: 84-96325-59-8
PVP: 18,00€











Jareth: JUVENTUD, DIVINO TESORO


Hace ya bastantes años desde que leí, por primera vez,  una historia de "Corto Maltés" y, desde entonces, no he dejado de leer aventuras de este cautivador paradigma del impenitente viajero-aventurero surgido de las privilegiada mente del italiano Hugo Pratt. Esa primera historia fue "El secreto de Tristan Bantam" , a la que seguirían muchas otras, a cual más magnífica, como "La balada del mar salado", "La laguna de los hermosos sueños", "Fábula en Venecia", "La casa dorada de Samarkanda", etc, hasta llegar a la que nos ocupa, que curiosamente es una de las pocas que me quedaba por leer.  A diferencia de lo que pueda dar a pensar el título, ésta no es la primera de las aventuras de Corto Maltés o sí lo es, pero en un sólo sentido.




Corría el año 1981 cuando Pratt recibió de Claude Perdriel, director del diario francés Le Matin, la oportunidad de hacer una nueva serie de su personaje más popular.  La historia sería publicada siguiendo el modo americano de publicación en diarios, es decir con una tira diaria y una página a color los fines de semana. Pratt decidió que estas nuevas aventuras estarían centradas en la juventud de Corto Maltés, es decir con anterioridad a la célebre "Balada del Mar Salado"( 1967-69), que es la primera obra de Corto Maltés realizada por Pratt y era, hasta el año 81, la más antigua dentro de la propia cronología del personaje.  Por eso antes decía que "La juventud" es la primera aventura de Corto pero sólo en un sentido, en el que es donde el personaje aparece más joven, ya que tiene lugar en algún momento entre 1904 y 1905, mientras que "La balada del mar salado" está ambientada entre 1913 y 1915. El Corto de esta "juventud" cuenta con tan sólo 17 años, aún no lleva sus características patillas, ni en ningún momento se le ve con su inseparable cigarrillo. Esos son los pocos y únicos cambios que pueden apreciarse en el marino, ya que pese a su juventud se le percibe desde el primer momento como  un hombre hecho y derecho, probablemente debido a sus tempranas y numerosas experiencias vitales. 




Otro de los motivos por los que decía que esta es tan sólo "la juventud" en un sólo sentido es que, a diferencia de lo que pudiera uno esperar, Corto aparece bien poco, tarde y de manera casi anecdótica. Los personajes principales de esta aventura son otros: un joven Rasputin y un curtido, pero también joven, Jack London. El motivo es que Hugo Pratt perseguía, en un principio, hacer una serie más larga, donde el joven Corto tendría más presencia, pero sus insalvables desaveniencias con Perdriel le llevaron a realizar una historia bastante corta y donde, como ya decía, Corto aparece bien poco. De hecho no aparece hasta plancha 50 de un total de 65 que tiene la historia. Su aparición por ello está muy bien trabajada. Habilmente Pratt va avanzando en la narración sin necesidad de Corto, generando en el lector la inquietante expectativa del cuando y cómo aparecerá, y jugando con el hecho de que Jack London, el auténtico "Corto" de la historia, lo busca sin éxito.  El climax se resuelve fantásticamente cuando Corto aparece en la figura de un luchador de "kendo" que se quita la mascara protectora y dice en un plano frontal: "¿Me andabas buscando?" Es una escena brillantemente planteada, porque Pratt no solo resuelve la búsqueda de London, a quién directamente va dirigida la pregunta, si no también la del lector, desorientado ya por la larga ausencia de su héroe, y que podría tomar la pregunta de Corto como una pregunta lanzada directamente sobre él. Una resolución al alcance de muy pocos. 





¿Pero si, en "La juventud", Pratt no nos cuenta la juventud de Corto Maltés qué nos cuenta? 



La historia da comienzo en un campo de batalla en algún lugar de Manchuria, China, entre los años 1904-1905 dentro del conflicto que enfrenta a rusos y japoneses en sus respectivas expansiones imperialistas. De repente, suena un poderoso pitido que indica el fin de la contienda y la rendición por parte del bando ruso. Un oficial japones, altivo y orgulloso, observa su victoria  desde un promontorio cuando es alcanzado por una bala. ¿ Pero de quién, si los rusos ansían tanto el fin de la contienda como los japoneses ? La respuesta la encontramos en  un joven e imberbe Rasputín que, dentro de las filas rusas, se niega a aceptar la llegada de la paz con un tajante:  " ¡ Yo no he firmado ningún armisticio ! ¡ No han pedido mi opinión !". Así, en una sola escena, prácticamente muda, Pratt define a la perfección el irreductible carácter independiente, violento e imprevisible de Rasputín, al tiempo que inicia la historia que le llevará a conocer a Corto Maltés.






Rasputín, por si no fuera poco, mata también a uno de sus superiores, que se ha atrevido a  recriminarle su anterior acción, viéndose abocado de esta forma a la deserción y al desarraigo absoluto, si tuvo alguna vez arraigo por lo que fuera. Para su huida se pone las ropas de un oficial japonés muerto y, tras algún que otro incidente ( que en el caso de Rasputín rara vez no acaban en asesinato), consigue llegar a una cabaña de la Cruz Roja en el frente. En ella topará  con el escritor Jack London, que está allí en calidad de corresponsal de guerra, y un oficial japonés, que le acabará arrestando. London, por su parte, también deberá afrontar sus propios problemas cuando una discusión con un orgulloso y despiadado oficial japonés, experto en artes marciales, le llevará a aceptar un duelo a muerte de claro pronóstico. 




Este es el argumento principal a partir del cual Hugo Pratt, con mano maestra, irá tejiendo una sucesión de acontecimientos que le permitirán ahondar en la personalidad tanto de London como de Rasputin, los verdaderos protagonistas de la historia. Personalmente me parece un recurso fantástico, por parte de Pratt, el utilizar un personaje histórico como London para vehicular esta primera aparición de Corto y su encuentro con Rasputín. Por un lado, con ello consigue dotar de un trasfondo de verosimilitud histórica a su narración y, por otro, consigue rendir un claro homenaje al que quizás considere padre "espiritual" de Corto Maltés. Cuando uno sigue los pasos y pensamientos del personaje de London prácticamente se olvida del Maltés porque de alguna forma es como si lo tuviera presente, ya que el parecido, y no sólo físico, es evidente. London es aquí el perfecto trasunto del aparentemente impertérrito Corto Maltés. No sé si Pratt lo tendría en mente conscientemente al hacerlo pero, incluso,  se da el curioso detalle de que London aparece siempre con un pitillo en la boca al igual que Corto lo haría a partir de esta aventura, pero no en ella. Da la sensación como si London, al presentar Corto a Rasputín, para que le ayude en su huida, le cediera un difícil testigo, que de forma simbólica  podríamos interpretar como el relevo habido entre Jack London y Hugo Pratt en el señorío de la aventura. 



En un principio estaba previsto una continuación de esta obra, en la que Corto y Rasputín irían a la búsqueda de las minas del Rey Salómon, que se suponen en África. Nos enteramos en una conversación habida entre London y Tom, otro reportero, acerca del Maltés y sus planes. De hecho es hacia ese continente donde el impenitente marino parte al final de esta obra, en busca de las minas. Desgracidamente las diferencias de Pratt y Perdriel nos privaron para siempre de esa exótica aventura.

También sabemos por London algo de los misteriosos orígenes de Corto. Por ejemplo, nos dice que es hijo  fruto de una relación entre una gitana andaluza, conocida como "La niña de Gibraltar", que fue la modelo favorita del pintor Ingres, y un marino de Cornualles.  

Ya en boca de London, Corto Maltés se nos presenta como un personaje fascinante pese a sus tan solo diecisiete años. Los otros corresponsales dicen de él que les ha convencido para subvencionarle parte de su próxima aventura aludiendo que "no se le puede negar nada". Esta claro que pese a su corta edad ya es un personaje que no navega al son de otros.  Corto es como una hechizante sirena que incita a la aventura con enorme éxito, ya que apela a ese sed de ella que hasta el hombre más acomodado tiene en su interior. 



Hugo Pratt vuelve aquí a ofrecer al lector los ingredientes y elementos que lo han convertido en uno de los mayores autores del cómic mundial,  saludado por la crítica internacional como uno de los mejores narradores del noveno arte. Vuelve a ofrecer  un conjunto de personajes todos ellos perfectamente construidos, fascinantes y auténticos. Con los personajes de Pratt  uno siempre tiene esa rara y lograda sensación de que tienen una vida y una historia personal más allá de su mera función en la historia en la que participan. Un logro similar al conseguido por John Ford en películas como "Centauros del desierto", donde tanto Ethan, como Mose Harper y el resto de personajes, apuntan a aspectos de su vida que están allí, con ellos, en sus palabras, gestos y miradas, pero más allá de la historia concreta que  Ford cuenta.  Esa multi-referencialidad también era dominada por Pratt, y no sólo en este sentido, si no que gustaba de hacer continuas alusiones a ingentes y variopintos elementos geográficos, culturales e históricos, dando una consistencia y sustrato especial a sus narraciones. Quizás por eso, entre otras cosas,  Pratt sea considerado uno de los mejores creadores de personajes y de historias que han habido en este medio. Estimado, incluso, por aquellos a los que no les gustan los tebeos.



Otro de los elementos característicos de su obra que vuelve a estar presente, tan en forma como era habitual en él, es su flamante estilo literario. Y es que Pratt es probablemente el más literario de los autores de cómics. No se debe olvidar que era un hombre muy versado en literatura, de vasta cultura, y que decía de si mismo que era "un escritor" salvo que él escribía dibujando. Su prosa tiene un ritmo poético, hipnótico y cautivador al alcance de muy pocos. "Oír" a un personaje de Pratt no es leer a cualquiera. Sus frases suenan perfectas en el momento perfecto; tienen una extensión perfecta para la situación en que se dicen. Es uno de esos narradores de los cuales uno estaría continuamente tomando o subrayando frases y conversaciones, porque todo en él parece apuntar a cierta trascendencia de lo humano. Pratt se muestra en esta obra, como en tantas otras, un profundo conocedor de lo humano en su amplia variedad. Cada una de sus páginas rezuma   inteligencia y agudeza.



En cuanto a la vertiente gráfica, Pratt vuelve a demostrar su rigor y exactitud en la representación del vestuario y de los uniformes; su capacidad para construir absorbentes escenas combinando sólo  planos medios y primeros de los protagonistas; su aparentemente sencillo pero inigualable trazo y su estudiada combinación de líneas finas y gruesas, que conforman una impecable sinfonía gráfica.

Pues nada, aquí concluyo mi primera reseña sobre uno de los personajes que probablemente a más lectores  del mundo de las viñetas ha cautivado. Un personaje que hace en cada una de sus historias las delicias de los amantes de la aventura, de lo singular e impredecible, de esos que, pese a las tortas que da la vida, siguen atesorando un espíritu heroico, romántico y noble.

Mi valoración: 8 ( sobre 10 )


2 comentarios:

  1. ¡Guau, esto sí que es una reseña! Razonada, argumentada y bien escrita. Ninguna de las tres cosas es común en la mayoría de críticas que pululan por ahí (independientemente del ámbito, ya sean literarias, musicales, comiqueras o cinematográficas). Felicidades.

    Coincido contigo en que la secuencia en la que Corto aparece por primera vez en la historia interpelando directamente al lector es un prodigio y una lección magistral del arte secuencial, del arte de narrar con imágenes. Y muy aguda tu reflexión sobre que el personaje de Jack London ya era Corto antes de que el maltés lo fuera plenamente, tanto por su actitud vital ante la guerra como por el detalle (nada menor) del pitillo en la boca del escritor. London fue el modelo a seguir para Corto, y lo que me parece maravilloso es que Pratt se las apañara para contar eso de manera muy sutil, nada explícita, sin necesidad de explicarlo con palabras, sólo con la caracterización de los personajes, a base de diálogos -¡y qué dialogos!- gestos y miradas. Soberbio.

    En este relato Corto no es más que una excusa argumental, el macguffin que articula la aventura sin apenas tomar partido en ella. Un espectador privilegiado, casi un personaje secundario de la Historia con mayúsculas que se despliega ante sus ojos. Exactamente como la mayoría de nosotros en la vida real, para ser sinceros.

    Reitero mi enhorabuena, una vez más, por la reseña. ¡Saludos!

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    1. Muchísimas gracias, Hombre de Trapo. Me alegra que te haya gustado la reseña y me halaga mucho porque soy conocedor de tu estupendo e interesante trabajo en tu propio blog al que, desde aquí, animo a visitar a quienes me estén leyendo.

      Muy bien visto eso que señalas del macguffin, ese "truco", "recurso" al que Hitchcock tan buen uso le dio. Totalmente de acuerdo. Al final es una más de esas historias ( o intrahistorias) intimistas y centradas en lo humano, en el individuo, envueltas y determinadas por un trasfondo y contexto bélico ineludible, que a Pratt tanto le gustaba tanto narrar. ¡Y que bien lo hacía! Me vienen a la memoria ahora, por ejemplo, sus magníficos "Los Escorpiones del desierto".

      Gracias por el comentario y saludos desde dentro del laberinto!!

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